EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO

( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )
El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales” (5)El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo” (6)Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”. (7)Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”(8).
EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO
( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales” (5)El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo” (6)Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”. (7)Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”(8).EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO
( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales” (5)El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo” (6)Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”. (7)Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”(8).
EL ARCAICO SUPERIOR O TARDÍO
( 4 000 a.C. – 2 000 a.C. aprox. )El desarrollo de la agricultura y el pastoreo revolucionaron las formas de vida en los Andes centrales. Las aldeas crecieron en población, se construyeron nuevas y más sólidas viviendas y centros comunales, se erigieron los primeros centros arquitectónicos monumentales -los templos- y, según los últimos descubrimientos, el primer centro urbano denominado Caral. El Arcaico Superior es el periodo de la Revolución Agropecuaria en los Andes peruanos.Una característica fundamental de las sociedades de este periodo es la definitiva sedentarización, sobre todo en los pueblos de base agrícola. El arqueólogo Luis G. Lumbreras explica: “Los agricultores deben vivir cerca de los campos de cultivo, para proteger el producto de lo que les había costado trabajo, tiempo y que además les aseguraba su alimento. El campo de cultivo, y la ganadería, son una inversión costosa y –a diferencia de los productos obtenidos por recolección o caza- no se pueden consumir de inmediato; hay que esperar varios meses para que la planta crezca y dé frutos, y varios años para que el crío se convierta en adulto. Se trata pues de un beneficio diferido, es decir que su consumo es muy posterior a la inversión (en trabajo y semillas). Hay que estar cerca del campo de cultivo todo este tiempo y cuidar la germinación y maduración de las plantas; hay que combatir la mala hierba y los animales predadores; y eso ocurre también con los animales” (5)El crecimiento demográfico y la complejidad de las relaciones sociales de producción, hicieron que las nuevas tribus sedentarias desarrollen una especialización artesanal, surgiendo los tejedores, escultores, constructores, fabricantes de mates, cestos, sogas, etc. Esto trajo consigo la necesidad de relaciones de intercambio de materias primas y manufacturas entre poblaciones diversas, y el desarrollo de los centros ceremoniales favorecidos por una ubicación estratégica.Las sociedades del Arcaico Tardío se fueron estructurando progresivamente de acuerdo al papel que cumplían sus integrantes en la producción, control y redistribución de los recursos. En este contexto adquirieron mucho poder los especialistas en observaciones climáticas y administración tribal. Los jefes tribales más exitosos empezaron a controlar poblaciones cada vez más grandes y ricas. El prestigio que les daba el poseer conocimientos ajenos al común de los mortales conllevó a ser reconocidos como seres especiales, dotados de poderes mágicos, en contacto con los entes sobrenaturales que en el imaginario popular controlaban la lluvia, la luz, la tierra, las sequías, la oscuridad, los terremotos; en general: la vida y la muerte.En el Arcaico Tardío se desarrolla una incipiente forma de organización política: la “jefatura”. Estas eran entidades políticas donde una o dos personas destacadas eran designadas por su comunidad para dirigirla temporalmente. Estos jefes eran necesarios para concentrar y redistribuir los excedentes productivos y para dirigir actividades de cohesión social ( faenas comunales, fiestas y rituales).Con el tiempo estos nuevos jefes reforzaron los sentimientos mágico-religiosos de los aldeanos (agricultores, pastores, pescadores, artesanos). Idearon complejos rituales, adoptaron suntuosas parafernalias y crearon mitos que justificaban su supremacía, se convirtieron, pues, en “reyes sacerdotes”.En un inicio los jefes debieron ser elegidos por las comunidades y su autoridad debió temporal y limitada; sin embargo, en algunos casos estos líderes comenzaron a desprenderse del control comunal e idearon y difundieron mitos y leyendas que justificaban un poder semidivino, perpetuo, hereditario. Este proceso iba acompañado de la consolidación de una creciente red de funcionarios que controlaban la fuerza laboral y los excedentes de los aldeanos tributarios.Federico Kauffman explica que para garantizar el sustento a la creciente población se “requirió entonces una compleja organización del trabajo comunal, bajo formas verticales de gobierno y de administración, que se valían de ideas mágico-religiosas para acrecentar el poder de los mandatarios. De esta manera fue entronizándose la desigualdad social, sin la cual no habría sido posible normar o incentivar la producción de los alimentos. Tanto mandatarios como subalternos desempeñaban una función específica, lo que constituía una forma de especialización del trabajo” (6)Fue a fines del Arcaico Tardío cuando se produjo la transición de las sociedades de “jefatura” a los “estados prístinos” o “protoestados”. En estos, el grupo dirigente cuenta con mecanismos ideológicos que justifican y fortalecen una autoridad vitalicia y hereditaria; pero aún carecen de un aparato militar especializado y permanente que se encargue de protegerlo de cualquier amenaza interna o externa.En el Perú las jefaturas más desarrolladas del Arcaico Tardío como Caral y Chuquitanta pueden ser consideradas como “estados prístinos”. En palabras del antropólogo Fernando Silva Santisteban: “es menos que una línea, un tenue matiz, el que separa a las jefaturas avanzadas de los estados prístinos, y la mejor manera de expresar esta transformación no es como un salto cualitativo o un cambio de una forma a otra forma, sino como la continuidad de una progresión, cuando se consolidan los factores que caracterizan al Estado”. (7)Las evidencias arqueológicas indican que en el Perú, el Estado, como aparato de gobierno respaldado en una fuerza militar permanente, el ejército, surgió a fines del Periodo Formativo (Paracas, Salinar, Vicus) y se consolidó en el Intermedio Temprano (Mochica, Nazca, Recuay).Como en otros grandes centros originarios de agricultura en el mundo, en el Arcaico Tardío -“neolítico andino”- también se crearon divinidades con atributos femeninos; es decir diosas. En el Perú los campesinos aún entregan ofrendas a la Mama- Pacha, deidad proveedora de los buenos frutos de la tierra. El culto a la “Madre Tierra” tiene su origen en la invención de la agricultura. En los Andes también se han descubierto estatuillas femeninas elaboradas con diversos materiales. Las más antiguas son de barro secado al sol y proceden de Áspero y Caral, dos sociedades de base agrícola del Arcaico Tardío; los incas representaban a la diosa en estatuillas de piedra y metales preciosos.Se puede deducir que las poblaciones del Periodo Arcaico poseían mitos de generación y fertilidad y practicaban rituales agradeciendo a la Madre Tierra ser la generadora de la vida y los alimentos. En el pensamiento mágico-religioso de estas sociedades ella era la dadora de los benditos frutos que brotaban de su fecundo vientre. Es evidente la simbología en torno a la reproducción de la vida, de ahí que también es probable que en muchas de las civilizaciones también se adoraban a dioses de atributos masculinos, dioses que fecundaban la tierra, dioses del agua y del rayo. Estos atributos, en el mundo andino, están asociados al poderoso dios Wiracocha, de gran difusión a partir del Periodo Formativo.Es muy probable que en el Arcaico la preeminencia de lo femenino en lo divino hay sido a la vez un reflejo de lo que pasaba en la vida aldeana, en la sociedad tribal; es decir, las mujeres hayan detentado la dirección de sus pueblos. Sin embargo, si esto ocurrió debió ser por pocos milenios. En el Periodo Formativo, con el desarrollo de la agricultura de regadío, la necesidad de conseguir y controlar tierras fértiles y el acceso a las fuentes de agua, dio origen a violentos enfrentamientos que colocaron a los hombres en un rol protagónico en sus pueblos y relegaron a las mujeres. Cuanto mayor era el nivel de excedentes producidos y riqueza acumulada, más difícil era mantener la paz, sobre todo a nivel externo. La guerra por el control de los medios de producción, principalmente la tierra, el agua y la fuerza de trabajo, fortaleció al sexo masculino; principalmente a los jefes religiosos que se convirtieron en reyes sacerdotes-guerreros, como en las culturas del Periodo Intermedio Temprano.Es importante también, conocer los criterios que usan los arqueólogos para establecer el nivel de sedentarización de un grupo humano y ubicarlo en el Arcaico Superior. El especialista Peter Kaulicke explica: “La modificación de la superficie ocupada permite determinar el tipo de ocupación. Así, una estadía prolongada se refleja en la calidad o durabilidad de las viviendas construidas y en las modificaciones de estructuras requeridas por el uso, probablemente acompañadas por un crecimiento del sitio, en relación con el número de viviendas ocupadas simultáneamente. Una serie de instalaciones secundarias, de diferentes formas y dimensiones, estaría normalmente asociadas a las viviendas, en forma de hoyos o construcciones adosadas, así como los implementos o artefactos desde piezas de desgaste (productos de los desechos de talla) hasta objetos pesados como batanes. Finalmente, los miembros del grupo social se encuentran enterrados dentro o en la cercanía de las viviendas, En suma, la arquitectura del espacio ocupado es el mejor indicador del grado de permanencia en el lugar”(8).

 

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